Cualquier aficionado a las teleseries sobre política tiene que ver The Newsroom. El protagonista, un periodista político, le declara la guerra al temible Tea Party y decide denunciar, programa a programa, su plan para ultraderechizar el Partido Republicano, del cual es militante. El periodista, cual Quijote, se lanza en una cruzada en la sufrirá intentos de despido, amenazas de muerte, ataques a su vida íntima y hasta chuponeo por parte de los dueños de su canal televisión que, presionados por los hermanos Koch, sucumben ante esta pareja de millonarios ultraconservadores que desde las sombras pagan las campañas de precandidatos radicales que, de otro modo, nunca hubiesen podido derrotar a derechistas moderados. La serie fue un éxito y se convirtió en un oráculo televisivo profetizando el éxito de las fakenews conservadoras, el ascenso de políticos radicales y la consolidación del Tea Party, es decir, las condiciones que permitieron la victoria de Donald Trump. Todos los personajes son ficcionados, salvo algunos políticos y los hermanos Koch, que son tan siniestros en la vida real como en la televisión.

¿Qué tiene que ver esto con nuestra crisis? Pues mucho. Como si se trata de una nueva temporada de The Newsroom, hace unas semanas el semanario Hildebrandt en sus Trece filtró la reunión de varios congresistas en el Hotel Casa Andina de Miraflores para discutir la ruta hacia la captura de Palacio de Gobierno. La comida y el salón fueron pagados por la fundación Friedrich Naumann asociada al Partido Democrático Libre (FDP) alemán. Varios medios echaron los reflectores sobre esta fundación y los proyectos que financia con el dinero de los contribuyentes alemanes.

Pero los hermanos Koch no son la fundación Neumann. Los ideales que proclama el liberalismo alemán están en las antípodas de lo que aquellos representan. Los enfrenta también el matrimonio igualitario, la legalización de drogas blandas, la inmigración, la defensa de otras libertades civiles y temas ambientales (los Koch niegan el cambio climático y amasaron su fortuna con energías sucias). Los multimillonarios son responsables del auge del conservadurismo radical norteamericano y el FDP, por el contrario, ha cumplido con sostener el “cordón sanitario” decretado por Merkel para aislar la ultraderecha alemana de los pactos para formar gobierno. Cuando en el estado de Turingia la facción local del liberalismo pactó con estos para evitar que La Izquierda ganara las elecciones locales, la dirección nacional del Partido Libre obligó a deshacer el acuerdo al líder regional que rompió el cordón y forzó su renuncia. Sin embargo, el Perú no es Turingia, ni Latinoamérica es Alemania.

No importa si se es liberal o conservador, ambientalista o negacionista del cambio climático, pro LGTB o católico tradicionalista, demócrata o nostálgico de Pinochet, en América Latina todas las derechas (y sus financistas) supeditan sus ideales, cualesquiera que sean, a un solo objetivo: la derrota del comunismo. En Argentina, por ejemplo, la Fundación Libertad es una de las muchas oenegés que han catapultado al coprolálico y ríspido Javier Milei de los sets de televisión al Congreso de la Nación. Lo que comenzó como un personaje esquizofrénico que levantaba el ráting a punta de insultos, ahora es presidenciable gracias al auspicio de la Fundación Libertad que está asociada a la Friedrich Naumann en varios proyectos y a la Fundación Internacional para la Libertad, el think tank fundado por Vargas Llosa, quien en los últimos años marchó junto a los fanáticos de VOX en España, auspició al pinochetista Kast en Chile, fue contertulio del procaz Milei y en el Perú envió a su retoño a deshacerse en elogios para con Keiko Fujimori, la heredera de la dictadura por la que había jurado no iba a votar nunca jamás.

¿Y dónde entran los Koch? Pues ahí en medio de Vargas Llosa y la Naumann, a través de Atlas Network, una oscura organización que ha colocado dinero de los Koch en la financiación de la ultraderecha argentina. El portal País de Boludos recogió información de Greenpeace y The Intercept que revela como es que los Koch colocaron dinero para financiar las conferencias de Milei, su propagandista Agustín Laje y su socio político José Luis Espert, quien junto a Mario Vargas Llosa en exclusivos hoteles y universidades privadas ha dictado conferencias, porque Milei vive precisamente de eso.

En el Perú la Neumann tiene una estrecha relación con el fujimorismo a través de Jörg Dehnert, su representante legal en Lima y los países andinos. Dehnert está casado con Bertha María Carrillo, comunicadora del equipo de campaña de Keiko Fujimori y que, además, es directiva de la Asociación de Contribuyentes, oenegé que financia piensa.pe, portal que gastó medio millón de soles del erario alemán tratando de impedir la victoria de Pedro Castillo en una ridícula y cucufata contracampaña llena de tergiversaciones para favorecer a Keiko Fujimori. Dehnert pone la plata y Carrillo la gasta en la campaña naranja. Todo queda en familia.

La Neumann ha desmentido complot alguno, indicando que la comilona era abierta para cualquiera, pero solo asistió la oposición. Mientras que piensa.pe proclama orondamente en su página que no tiene “ningún vínculo directo o indirecto con algún partido político”. Más mentirosos no podrían ser.

No puedo cerrar esta columna sin señalar la gran ironía de la derecha latinoamericana que, durante décadas, repitió el mantra de la “oenegeros” para atacar a la izquierda progresista, cuando ellos ahora viven de redactar noticias, dirigir fundaciones o dictar conferencias en oenegés pagadas con dinero de lobbystas y del fisco alemán. A quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga.