Evo Morales, Runasur y la doctrina aymara en Cancillería
El pronunciamiento obedece a la doctrina oficial enseñada en las escuelas que forman diplomáticos y militares, que, entre las potenciales amenazas a la soberanía nacional, se identifica a la nación aymara.
Es irónico que algunos diplomáticos denuncien que Evo Morales pretende desmembrar el Perú, cuando, en Bolivia, fue la oposición a su gobierno la que inició un movimiento secesionista para evitar ser gobernado por los indios de La Paz.
Se equivocan quienes asumen que el expresidente boliviano es un líder indígena separatista que pretende unificar a la nación aymara en un solo Estado. De ser así, hubiese cedido al secesionismo blanco en el oriente boliviano para quedarse solo con el oeste aymara. Evo Morales es mucho más que eso, lo demuestran las conferencias que dicta junto a figuras de la izquierda mundial como Bernie Sanders o Jeremy Corbyn. Su influencia se refleja en docenas de libros que recogen sus ideas sobre el indigenismo y el ecologismo. Conceptos como el “poder obedencial” o el “buen vivir” (Suma qamaña o Sumaq Kawsay), nacidas en su gestión, son de obligatoria revisión para cualquiera que pretenda hacer un análisis serio de la realidad política latinoamericana.
Morales no es más un líder indígena o solo un cocalero. Si todavía se lo percibe así, se debe a la racialización que impide ver en un aymara a una figura política de peso internacional. Cómo se explica entonces que no haya pronunciamiento alguno sobre la injerencia del expresidente colombiano Pastrana o el líder opositor venezolano Leopoldo López en el último proceso electoral. Probablemente para esos señores un indígena no puede venir a Cusco a exponer nada más que temas relacionados a su etnia.
El pronunciamiento obedece también a la doctrina oficial enseñada en las escuelas que forman diplomáticos y militares. Según esta doctrina, entre las potenciales amenazas a la soberanía nacional o la integridad territorial del Perú, se identifica (junto al narcotráfico, los remanentes senderistas o límites fronterizos sin definir) a la nación aymara. No hay duda de que esto influye en la caracterización que se hace de Runasur y la presencia del exmandatario, que, según esa concepción, solo puede venir al sur para acaudillar una etnia levantisca como la aymara.
Es cierto que los aymaras, tanto en Puno como en La Paz, han protagonizado históricos levantamientos (sartawi), lo que responde a la exclusión que la nación y el Estado “uninacional” hace respecto de los indígenas. El académico aymara Vicente Alanoca, en su libro Conflictos aimaras, expone que, entre los errores de la política peruana, el primero es confundir Lima con el Perú. El pronunciamiento de marras incurre en esto precisamente.
Los diplomáticos parten de la idea que la plurinacionalidad es una amenaza, cuando es mas bien una solución a la “uninacionalidad” que invisibiliza la pluriculturalidad que encierra nuestro territorio. No por nada, la nueva constitución chilena seguramente recogerá esta figura en el nuevo diseño estatal.
Evo Morales no se equivocó en designar al hoy vicepresidente David Choquehuanca como canciller de Bolivia durante once años, un aymara en semejante posición ayudó mucho a cambiar prejuicios y doctrinas vetustas en la diplomacia boliviana. Quizás en el Perú no tendríamos que sufrir estos pronunciamientos si un indígena estuviera al frente de Torre Tagle por algunos años. Tarea pendiente para el gobierno del profesor Castillo.